Bajan revueltas de indignación estos días con Gabriel Rufián las nauseabundas aguas de 'nuestros' medios de manipulación masiva al servicio de las mafias del totalitarismo financiero y sus sicarios de cuello blanco y manos manchadas de sangre, sudor y lágrimas ajenos. Esos mismos medios que, hasta la fecha, no habían osado balbucir ni media palabra contra los exabruptos cum laude de impresentables mastuerzos como, por ejemplo, Rafael Hernando, hoy vienen a rasgarse las vestiduras ante las, pese a su tono grueso, verdades como puños que nos regala el chico malo u oveja negra de la asilvestrada politiquería patria. A buenas horas, mangas verdes. Más aún si tenemos en cuenta que Rufián suele arremeter contra la indignidad, en tanto Hernando lo hace contra los decentes. Y todos aplauden la tarjeta roja de Ana Pastor, la peor árbitro que ha pisado el tramposo terreno de juego de la Carrera de San Jerónimo, al de ERC durante la celebración del último espectáculo circense en el Congreso de los Diputados. Pues sí, tal vez las tarascadas de Rufián lo merecieron. Pero no es menos cierto que si la tan bucólica Presidenta utilizase siempre la misma vara de medir para con todo su rebaño, el partido habría concluido hace ya tiempo por falta de pateacueros repantigándose en sus propios y apestosos purines. Y sobre tan indecente asunto no hay medio alguno que se pronuncie. Cuánta indignidad mediática.
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