Érase un país no muy lejano, donde la Justicia había venido siendo ciega desde tiempos inmemoriales. Pero un día las mafias del totalitarismo financiero se pusieron de acuerdo para correr con los gastos -ya se lo cobrarían de un modo u otro modo a los sufridos y sumisos súbditos que habitaban aquellos esquilmados pagos-, y le fue implantado un ojo biónico de ultima generación. Y los banqueros, grandes empresarios y políticos corruptos fueron felices y se hartaron a comer perdices con farcellets de col rellenos de carne magra de cerdo y ternera con pasas y piñones, mientras al populacho le daban con los platos en las narices.
Como en la ruleta rusa, siempre gana la Banca
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