Como ya es de sobra conocido, final y afortunadamente y en justicia, Manuel Blanco, Enrique Rodríguez y Julio Latorre, los tres bomberos sevillanos acusados de tráfico de personas por haber dedicado su tiempo libre y sus esfuerzos a salvar vidas de inmigrantes sirios en el Egeo, resultaron absueltos por el tribunal griego encargado de juzgarlos. Enhorabuena. Menos mal que no han sido juzgados en la madre patria. Porque aquí, caen en manos de algún juez opusdeico de golpe en pecho y Santiago y cierra España, y se comen unos pocos de años de remar sin descanso hacia el abismo en alguna miserable galera. Pero lo que ya no les podrá quitar nadie es la angustia de haber estado aguardando un siempre incierto veredicto durante casi dos años. Tengas pleito y lo ganes, reza una vieja maldición. En cualquier caso, habrá que convenir que sólo el hecho de que hayan resultado procesados por haber estado desarrollando una tan incuestionable como plausible labor humanitaria, constituye un síntoma evidente de que la especie humana, pese a su desorbitado y creciente número, pudiera hallarse en breve al borde de la extinción. Lástima formar parte de dicha especie y no poder estar cuando acontezca para celebrarlo. Siendo así, habrá que aferrarse a la mortecina esperanza de que todo vaya cambiando en el futuro, gracias a la infinita solidaridad de personas como Manuel, Julio y Enrique. Muchas gracias a los tres. Y, de nuevo, enhorabuena.
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