martes, 8 de mayo de 2018

¡Ay, que agua tan fresquita!

Los patitos, en el agua, meneaban la colita... Los sorprendimos —y nos sorprendieron muy gratamente— hace unos días, en las pequeñas lagunas temporales que se vienen formando hace unos años en el área "restaurada" que se localiza entre el Polo Químico de Huelva y las balsas de fosfoyesos, ese área donde, durante décadas, se estuvieron vertiendo, ante la indolencia, manga ancha y vista gorda de las administraciones ambientales, millones de toneladas de cenizas de pirita, que terminaron por sepultar sine die una parte importante de las feraces e insustituibles marismas del río Tinto. Qué fuerza la de la Naturaleza, qué poderoso instinto de conservación el de la diosa madre Pachamama. Lástima que le prestemos tan poca ayuda. Con dejarla hacer sería más que suficiente. Pero, ah, el ser humano, ese animal omnívoro incapaz de moderar su gula.

1 comentario:

  1. Qué alegría. Pero ¿Comen fosofoyesos? Si les ves llegar a adultos es que no todo está perdido.

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