miércoles, 4 de abril de 2018
Sudán
La cosa pinta mal, muy mal, amigos;
hace sólo unos días
se fue al carajo el último
rinoceronte blanco
macho del norte, en Kenia.
Se llamaba Sudán, 45 abriles,
y a edad tan avanzada para un rinoceronte,
ha habido que sacrificarlo en Ol Pejeta,
Reserva Natural del país africano.
Una infección en una de sus patas
llevó a sus cuidadores a acabar con su vida
a objeto de evitarle
estériles y grandes sufrimientos.
Ha dejado dos viudas y nula descendencia,
con lo cual ya podemos
decir que se ha extinguido
para siempre esta especie.
Hasta llegar aquí,
la población de este animal se ha visto
diezmada por la guerras promovidas
por el imperialismo
y por el alto precio que sus cuernos
han venido alcanzando
en China y en Vietnam por su supuesta
y falsa propiedad afrodisíaca,
—placebo sin sentido
para los micropenes de las clases
pudientes de esta parte
del continente asiático.
Más tontos y no nacen —una pena.
Unas ciento cincuenta
especies animales
se extinguen cada día a consecuencia
de la necia codicia de los hombres
y de la talla exigua de sus penes
y aún más de sus estúpidos cerebros.
Así que, compañeros de fatigas,
¡basta de ecología y otras gaitas
y seamos responsables!;
unámonos a ellos, sodomitas
hasta el culo de Viagra,
en la fornicación, la destrucción
anal de nuestra especie.
A estas alturas ya
no puede haber un modo mejor de conceder
una oportunidad —si aún es posible—
a la Naturaleza.
Igual que los rinocerontes nos pasa a los consultores autónomos, en peligro de extinción
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