lunes, 30 de abril de 2018

Historias de la calle Alfarería (40): Infantiles tardes de verano (II) (Carlos Parejo)


Las sobremesas de verano, además de muy calurosas, son interminables. Una vez que nos han apremiado. “Y ahora os vais a la calle a jugar, hasta la hora de la merienda”, hemos salido zumbando. Nos ponemos en cuclillas o de rodillas y vamos sacando las bolas favoritas de nuestras bolsas para entretenernos jugando a las canicas. Las hay grandes y pequeñas; de fabricación española en barro o cristal o americanas de pasta blanca con manchas de colores. Éstas últimas son las más apreciadas. Como el adoquinado de la calle propicia mil y un escondites y extraños rodamientos, vamos de un extremo a otro persiguiendo la bola rival. De pronto uno grita “meco” y el otro, cabizbajo, le entrega de mala gana la bola perdedora. Pero hay vecinas que quieren dormir siestas silenciosas y tranquilas. Se asoman a la calle, nos miran desdeñosas y vuelven con un cubo de agua que derraman sobre el pavimento. Y así nos van echando cada vez más lejos, ya hemos llegado a Cerámicas Montalván.

Entonces se nos ocurre una romántica idea. Debemos trepar con nuestros delgados pies descalzos y nuestras ágiles piernas de siete añitos por el enrejado verde de su planta baja. Luego nos agarramos con las manos a los hierros que a modo de soportes sostienen el balcón y nos movemos hasta situarnos frente a frente al bajorrelieve de cada una de las dos mujeres o diosas que escoltan este mágico edificio, Y debemos acercar nuestros labios a sus bocas y besarlas. Entre estas tonterías y las otras se nos echa encima la hora del bocadillo de pan con chocolate. Repuestas las fuerzas nos adueñamos de un trozo de calle y montamos porterías con piedras, y a jugar al fútbol. Cada uno es de un equipo, y así hasta darle la vuelta a todos los equipos de primera división. Cuando viene un coche hacemos un descanso y bebemos agua. De pronto, vemos la silueta del Sol que se va escurriendo por la cornisa del Aljarafe. Y caemos en la cuenta que el día se acaba, pero mañana vendrá otro tan caluroso como el que se va despidiendo.

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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