lunes, 26 de marzo de 2018

Historias de la calle Alfarería (35). El torero Cagancho (Carlos Parejo)


                (Para Sir Paco)

Comienzos de los años treinta. Mi abuelo fue uno de los famosos cantaores de yunque y bronce de la Cava de los Gitanos, allá por la segunda mitad del siglo diecinueve. Y mi padre no pasó de ser un modesto vendedor ambulante de perchas, A mi me apodan “Cagancho”, como a mis progenitores. He elegido la profesión de ser torero, como mi compadre Gitanillo de Triana, que nació en mi misma calle, justo arriba de la calle Alfarería. Desde los quince años hemos entrenado duro, toreando vaquillas en la dehesa de Tablada. Y. con veinte añitos recién cumplidos nos ha dado la alternativa el maestro Rafael el Gallo.

El crítico taurino Corrochano dice que "conmigo ha triunfado en el arte del toreo en mayúsculas, es apenas un minuto de silencio durante la faena, en el que consigo engañar al toro con el capote, asiéndolo con las manos muy bajas y acompañándolo muy despacito con varias interminables “verónicas”. Y que soy como una talla de Cristo de Martínez Montañés toreando: “Un hombre seco y enjuto de color madera, por el que el toro pasa por delante sin que me mueva, como si fuera un leño. Y entonces viene la apoteosis en el tendido…”. Y también elogia este crítico cómo hago el paseíllo, con divisa de verde y oro sobre mi broncínea piel y con maneras tan despaciosas y elegantes, como si fuera un príncipe… gitano.

Mi primer año he toreado 180 corridas, una cada dos días. Y en el segundo me ha sobrevolado el ánimo, vistiéndolo de negro luto, la temprana muerte de mi compadre Gitanillo de Triana por el toro Fandanguero. Desde entonces, el día que no me gusta el toro, lo quiero matar con infames sablazos, o llorando de impotencia me retiro del ruedo y sanseacabó, pues acudo directamente al cuartelillo de los civiles, antes de que me venga la orden gubernativa de que me pongan preso. Y es que en Andalucía se torea y desde Despeñaperros para arriba se trabaja con el toro. Eso pensábamos Gitanillo de Triana y el menda cuando nos reuníamos para una juerguecita con “Caracol” en la taberna Quitapenas. Y mientras el maestro cantaba con su peculiar arte, nuestros pies nos desobedecían y se ponían a bailar conforme avanzaba la madrugá. Y luego me acostaba feliz, soñando con la faena que le iba a endiñar al próximo berrueco.

A las revistas les ha dado ahora por correr el bulo de que hay una famosa ganadera salmantina que, como dice la copla “Divisa de verde y oro”, bebe los vientos por mi persona y me ha puesto el sobrenombre de “gitano de ojos verdes”. ¡Y cuánto he aprendido de esta mujer. Nada que ver con las de mi raza: ¡Monta a caballo y torea; fuma y conduce coches y, encima, es guapa!

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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