Con tan sólo veintipocos años he conseguido ganar mi primer millón de euros anuales como estrella Pop. Y he decidido mudarme a una de las zonas más selectas de Nueva York, a un ático de 22 habitaciones con espléndidas vistas a la Bahía del río Hudson y a Central Park. Toda la sabiduría que he acumulado viendo tiendas de antigüedades (que me pirran) y hoteles de lujo (en mis giras artísticas) la he vertido en su decoración. El dormitorio es de Estilo Tudor de la época de Jacobo I, con toques del Renacimiento italiano. La cocina y el despacho son de sobrio estilo victoriano del siglo diecinueve. Para el comedor y el salón de estar ha optado por el estilo art deco francés, siempre tan alegre y vistoso. Y el cuarto de baño lo he embaldosado de charol rojo. Los techos tienen unas grandes arañas de cristal que le dan luz y belleza a cada estancia.
Diez años más tarde adquirí una segunda residencia, ésta campestre. Tiene un seto vegetal en cuyo interior tengo mi huerto propio, donde me entretengo y relajo cultivando tomates y lechugas. Una cascada musical que termina en un lago, en cuyo centro una antigua cuba de vino me sirve de jacuzzi. Por el césped y la arboleda trotan mis tres mascotas: Un dóberman, un caballo y un puma. Con vistas a la playa tengo, detrás de un gran ventanal corredizo, el cuarto de baño. El suelo está cubierto de guijarros de piedra de río y en su centro, rehundida, tengo la bañera cual lago de montaña. Las paredes de todas las habitaciones están forradas con maderas de no menos de 200 años. Y los suelos los he cubierto de alfombras hechas a mano por los indios navajos. De Méjico me he traído abundantes cerámicas de terracota para el menaje, que contrastan con algún capricho caro como mi juego de té, labrado en plata de ley.
Para saber más: SPADA, JAMES. Barbara Streisand, biografía íntima. Ediciones BSA. Barcelona. 1996.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Bella foto
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