Hoy he sentido vértigo, pavor. Andaba yo tomando unas cervezas ―hacía un día espléndido― en un bar de mi barrio, cuando escucho, unas mesas más allá de la mía: "Debería tener que gastárselo to' en quimioterapia... y que no le sirviera." Se nubló de repente el corazón del día, sepultando debajo de milenios de nieve la esperanza. Cómo se puede, cómo, desear a un semejante algo tan inhumano. ¿Puede alguien merecer tanto castigo? Somos un animal en vías de extinción. Nuestra crueldad -no hay quimio que la ataje- es un mal incurable, una tara genética que, degenerativa, da fe del poco tiempo que nos queda. Hace un día de perros.
Huelva, 19 de noviembre de 2017.
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