lunes, 20 de noviembre de 2017

Historias de la calle Alfarería —Barrio de Triana (21) Tardes de verano (Años Cincuenta). (Carlos Parejo)

El paso de los carros hacia los alfares ha sido incesante toda la tarde. ¡Edgardo, dile a tus amigos que se vengan a jugar a la azotea, es menos peligroso que la calle¡ Allí subo con Pepín, Manolín y Antoñito. Para aliviar las calores vamos sumergiéndonos en la tinaja de latón, cuya agua ha sido calentada toda la tarde por el sol. Una vez fresquitos, nos ponemos a jugar a los cromos, a los dados y a las canicas. En el otro rincón mi hermana Eulalia juega con sus amigas Teresita y Carmelina al tejo, el diábolo y el elástico.

Suenan las campanas de la Oración de la Tarde en la Parroquia de San Jacinto y nos llega el sonido limpio de la trompeta anunciando retreta en el Cuartel de la Cava. Con la caída de la tarde va desapareciendo el tráfico carretero y la calle Alfarería se queda vacía. Mi madre nos deja salir a la puerta de la calle. Allí nos distraemos en cazar a zapateros con una pegajosa caña. Mi hermana se ha ido con sus amigas a los cuatro cantillos (el cruce de Alfarería con Antillano Campos) para jugar al Corro de la Patata. Durante un buen rato ese tramo de calle les pertenece.

Cuando se vuelve completamente de noche nace un torrente de gente que se encamina al cine Alfarería. Nos despedimos de las amistades y mi hermana y yo hacemos cola en el puesto de enfrente del Cine, el de Manolo el de los Pollos. Esperamos a que le de varias vueltas en la parrilla  al jugoso pollo de granja que será nuestra cena familiar. Nos reímos comentando que le ocurrirá como a las turistas británicas en Torremolinos. Antes de que se den cuenta su blanca y pálida piel estará completamente bronceada y morena.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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