Entendemos nuestra capacidad para razonar como el carácter que nos hace únicos y superiores y viene a distinguirnos del resto de los seres vivos. Pero esto podría no ser del todo cierto. Porque, a poco que escarbamos en nuestra desproporcionada prepotencia, descubrimos que no somos más que desvalidos e insignificantes animalillos impregnados hasta el tuétano por lo absurdo. Animales que sueñan con lo imposible; que tienden a amar con más vehemencia y a tener más presentes que cualesquiera otras cosas a aquellos que de un modo u otro se ausentaron de sus vidas. Ah, la sempiterna y siempre disparatada y dolorosa nostalgia. Nos autoproclamamos racionales. Pero quizás sean nuestras irracionalidades las que nos hacen humanos.
Es nuestra fragilidad lo que nos humaniza
ResponderEliminarAsí es. Feliz año, Milena.
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