martes, 11 de octubre de 2016

De la inercia


Un gran espectro rojo
se abate sobre el cuerpo
exangüe del planeta
a modo de sudario.
Deslumbrante espectáculo,
no hay tan siquiera un ojo
panóptico en la altura
o miope entre las ruinas
del patio de butacas
que presencie el estreno
—hace una eternidad
terminó o no hubo nunca
un lapso con cabida
para fabulaciones—.
Tras su paso, que apenas
dura lo que un instante
con ínfulas de eterno,
sólo deja pureza:
la esencia de lo frío,
lo inmóvil, lo callado,
lo insensible... 
                          la nada.

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