Lo confieso, en ocasiones llego a pensar que los sujetos que, sin una molécula de escrúpulos en sus corazones, dirigen los medios de comunicación en este país de todos los demonios —que diría Gil de Biedma— son poco más que una masa ingente de carne putrefacta sin una sola neurona operativa. Después lo descarto de inmediato. Porque estos sujetos sí que tienen cerebro. Otra cosa es que lo utilicen no para informar a la ciudadanía, sino para manipular a las masas en defensa de los intereses espurios y privativos de las sucias manos que los mantienen. Porque hay que ser muy descerebrado o un perfecto desalmado —valga el oxímoron— para seguir machacando erre que erre con el estúpido culebrón este del trayecto compartido por José Luis Ayllón e Irene Montero en el coche del primero. ¿Es que dos personas de diferentes ideologías no pueden, con total naturalidad, utilizar de manera compartida de un modo esporádico e incluso habitual un medio de transporte sin tener que ser por ello objeto de arteras y febriles especulaciones? ¿No pueden compartir un café, un recital de poesía, un concierto de música, una película de Buñuel y, si se tercia, hasta cama? ¿Es que nos quieren hacer pensar estos sicarios de lo peor que no somos otra cosa que ideología cerril que anula cualquier posibilidad humana de empatía? Un servidor de ustedes, comunista hasta el tuétano, ha tomado café con militantes del PP, del PSOE, de Podemos; con incondicionales del Sevilla F.C.; con sindicalistas de UGT, de CGT, de Comisiones; con aficionados a los toros, y hasta con alguna que otra admiradora de Pitingo. Y hemos hablado de música, de fútbol, del tiempo, de cine, de poesía, de cómo está la abuela, de los hijos y una larga lista de etcéteras. Y también de política. Y no ha pasado nada. Porque nada había de pasar al respecto. Un servidor de ustedes tiene amigos socialistas, populares, sevillistas... Y si se tercia compartir coche con cualquiera de ellos no saca a relucir escrúpulos ideológicos fuera de lugar para evitarlo. Que hay que compartir coche; la necesaria mitigación del ya desbocado calentamiento global lo aconseja. Que hay que compartir de todo; el galopante enfriamiento global de las relaciones humanas al que asistimos en la actualidad lo hace imprescindible. Como cantaban Miliki y compañía, el viajar es un placer. Y más si en el trayecto, compartimos. Y, en este culebrón, los payasos son otros, no los viajeros.
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