A don Agustín Casado, maestro "ripiador", tras haber leído su "romance" a la Muralla de la Alcayata.
Y tras mencionar a más
de medio mundo —los buenos,
los mejores y algún otro
pájaro de mal agüero―,
¡cómo has podido, Agustín,
olvidarte de los béticos!
Te juro por Cardeñosa,
Biosca, Gordillo y Rogelio,
que en toda la eternidad
tendrás mi perdón por ello.
O como dijera aquella
que tampoco has mencionado,
a Carmena con maneras
de pijo descerebrado:
¡nunca te perdonaré
por esto, Agustín Casado!
Y que ¡vivan la Alcayata
y su primo hermano el Cáncamo!,
que, así nombrados, parecen
dos maestros del fandango.
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