Vestidos de etiqueta, en un lujoso
salón climatizado
―21 grados centígrados—
devoran con fruición caviar del Volga,
ostras y bogavantes,
en tanto van hablando de sus cosas,
sin sentimiento alguno,
como autómatas.
Nunca imaginarán ―ni les importa―
la lluvia, el viento, el frío, el miedo, el barro,
el llanto de los niños, la ignominia
metiéndose en la sangre poro a poro
de estos que apenas son ya pesadilla
de sirena y metralla, de estos a los que evitan
nombrar de forma acorde con los hechos
―parias, abandonados, despreciados…―
y a los que, tras negarles
trato justo y amparo,
hipócritas, titulan refugiados.
Vestidos de etiqueta e indolencia,
son los jefes de Estado de la Unión Europea.
Ojalá alguien, al tiempo
de servirlos, hubiese
escupido en sus platos.
Van a lo que van, a hacer política. Los voluntarios son los que actúan idealistamente intentando arreglar los agujeros del Sistema
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