Como consecuencia del esperpento jurídico, político y mediático organizado en torno al asunto de los titiriteros, la dignidad e imparcialidad del poder judicial han quedado, por decirlo de un modo suave, tan en entredicho, que sólo con la disolución de la Audiencia Nacional, la inhabilitación sine die del juez Moreno y una renovación absoluta del Consejo General del Poder Judicial podrían nuestros altos tribunales comenzar a recuperar la confianza de los muchos ciudadanos de espíritu crítico y bien informados que aún quedan en España por mucho que se trate de silenciarlos. Y ya puestos, por qué no exigir el cese de algún que otro ministro bocazas, embustero y sin escrúpulos. Por otra parte, lo de los mal llamados medios de comunicación no tiene arreglo.
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