lunes, 22 de febrero de 2016

La otra muerte

Me muero, estoy muriéndome, me muero
—me digo— por roer
un mendrugo, no importa
si duro como un epitafio inscrito
en vida sobre el mármol del desprecio,
o unas migajas rancias
de tu tiempo. ¡ME MUERO!
—grito en tanto un enjambre
de moscas se abalanza
sobre las carnes muertas
de mi ilusión sin hálito.
Me muero —insisto— y ruego
el calor de la luz
de tu mirada-amparo,
no viéndome morir mientras mueres, tan sólo
entibiando las cuencas
vacías donde antaño
hiciese nido el llanto
por tu ausencia. Me muero
—me digo, en tanto escucho
las campanas, movidas
por tu desdén, doblando
con insistencia a muerto.

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