Los llamamos recortes, pero, aun sonando tan dura, esta expresión no es más que un eufemismo. Eufemismo o máscara espantosa tras la que se oculta la voladura controlada y minuciosamente programada de derechos y libertades, el despiece, para la venta a saldo de cada uno de los pedazos al mejor postor, de lo que hasta hace poco entendíamos por Estado del Bienestar. Y como colofón de tan inicua hoja de ruta, el arraigo y perfeccionamiento absolutos de la ceguera colectiva, esa que nos llevará a malvivir, a seguir malviviendo, pero apenas sin un lamento, sin la menor protesta, en la ciénaga del más salvaje de los esclavismos. Un esclavismo soterrado, pero aun así más vigoroso e inhumano que antes nunca, bajo una escuálida pátina de barniz democrático. Un barniz incoloro, inodoro e insípido elaborado con sustancias de lo más nocivas. El totalitarismo perfecto.
El totalitarismo del capital financiero globalizado, elpropio fantasma que hemos creado con la mezcla capital más tecnología
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