jueves, 21 de enero de 2016

De súbito, la noche...

De súbito, la noche,
e irrumpo con la fuerza
de un fragmento olvidado
de basura espacial,
en la atmósfera incierta del país de los sueños.

Se acelera el latido —fase REM—
y las pupilas bailan al compás del deseo.

Te diviso a lo lejos, horizonte celeste,
llamándome, arrastrándome
lo mismo que un imán,
hacia el vergel fecundo
de tus aguas salobres.

Y, ardiendo, ardo en deseos
de sumergirme en ellas
y cabalgar a lomos
de sus peces de sangre.

Estériles anhelos.
Lejos aún de destino,
todo —el sueño, los peces
de sangre, el horizonte
celeste de agua— estalla,
vuela desintegrado
sin dejar testimonio
alguno de haber sido.

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