lunes, 7 de diciembre de 2015

Los ombús o zapotes sevillanos (Carlos Parejo)


El licenciado Hernando Colón, hijo del ínclito Almirante descubridor, nos trajo a Sevilla desde América hacia el año 1500. Y nos aclimató allá en su Casa Palacio de la Puerta Real.

Mis semillas se aclimataron también en los jardines de del Alcázar y en el monasterio de la Cartuja desde donde vivo hace trescientos cincuenta años, y mucho más tarde, me cultivaron en los Jardines de los Duques de Montpesier, que luego fueron donados a la ciudad como Parque de María Luisa. Aparte de ellos, algún que otro convento de franciscanos me prestó el solar de sus claustros para darles sombra.

Soy, pues, un árbol emigrante de México que no ha salido de su rareza. Y es que aunque mi tronco es grueso y mis copas y hojas dan una grata y amplia sombra, por lo que algunos me bautizaron como el árbol de la bella sombra, no puedo librarme de mi estigma de jorobadito. ¡ Qué culpa tengo de que mi madera, hinchada del agua que almaceno para las sequías, sea mala por blanda¡ ¡Y que mis raíces sobresalgan del suelo formando peanas de gran circunferencia, llenas de deformes bultos¡ Tanto es así que el vulgo ha inventado calumnias como la de que cualquier chico travieso “es más malo que un zapote”.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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