"Quién ha ganado el debate", se preguntan el día
después los medios al unísono, de manera tan impostada como retórica. Porque
ganaron, y lo saben, los de siempre, aquellos que los dirigen desde las cloacas
a fin de continuar disfrutando de unos privilegios que se nutren de la desdicha
tanto de los que callan ahogados por el sudario de la desesperanza, como de la de
aquellos otros que, por mucho que aún continúen aullando de dolor, no tienen
voz. Ganaron las mordazas y el pensamiento único. Ganaron la censura, la
manipulación, los voceros del sistema. Ganaron las mafias del totalitarismo
financiero. Volvió a ganar la casta. Perdieron la pluralidad, la búsqueda de la
verdad, el pueblo, los pueblos de España, la justicia social, la democracia. Al
igual que sucede con aquella, lo llaman periodismo y no lo es.
Y para mí lo peor es que si la opinión que conduce al voto está dependiendo del espectáculo aviados estamos. Lo peor es la dejación del ejercicio necesario de pensamiento individual, que es un esfuerzo complejo y continuo que requiere debate en todas las instancias y no solo en el circo mediático, en aras del entreguismo al show. En efecto, de esta manera ganan los de siempre. Nunca se acaba de tocar el fondo de las cosas.
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