martes, 17 de noviembre de 2015

Después del atentado

Después del atentado,
no acudió el fabricante
de armas a secundar
el minuto oficial
de silencio dictado
para honrar a las víctimas
mortales ni a prender
una vela —in memoriam—
en el lugar del crimen.
Argumentó cuestiones
del todo ineludibles
en su agenda: una cena
de trabajo y más tarde
la visita a una sala
de karaoke en la cual,
luego de interpretar 
—“…imagine all the people…”—
su tema predilecto,
recibió un largo aplauso
de los allí presentes.
¿Pero es que este sujeto
no tiene sentimientos? 
—se inquirieron con saña
las hordas pacifistas.
Los hechos acaecidos
el día después vinieron,
en apariencia al menos,
a desacreditar
a estos desarrapados.
Y es que tras anunciar
 el Jefe del Estado
 venganza y dispararse
en Bolsa de inmediato
las acciones de toda
la industria armamentística,
el fabricante de armas,
aquejado de náuseas,
vomitó en la tribuna
de invitados ilustres,
de la primera a la última
papilla. “¡ES UN FILÁNTROPO!”
—coincidieron los medios
sin excepción alguna,
comentando el suceso
en portada. (Lo cierto
es que  le habían sentado
mal la carne de Kobe
o  el caviar de Beluga 
la víspera en la cena).

2 comentarios:

  1. Sin armas no habría este terrorrismo tan atroz ni salvaje, quiénes mueven los hilos de esta industria son responsables en gran medida

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