―Pues tú comes carne, así que careces de autoridad moral para pronunciarte en contra de determinados asuntos ―dijo con ese aire de suficiencia del que, al menos en apariencia, nunca ha dudado.
Fue cuando le vomité encima. Con el hastío y los años, aunque a muy duras penas según qué casos, me he ido haciendo a tolerar muchas cosas. Pero estoy convencido de que a lo que nunca llegará a acostumbrarse mi estómago, es a los argumentos del necio.
Vegetarianos hasta un punto
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