No me atrevería a afirmar con rotundidad la certeza del tal vez más manido tópico acerca de “nuestro” solar patrio; ese que reza que España es diferente. Porque en todos lados cuecen habas. Pero de lo que no cabe duda alguna es de que se trata de un lugar muy peculiar. Aquí en España, cuatro fascistas de los de toda la vida se manifiestan con violencia en la vía pública sin la correspondiente autorización gubernativa, y la policía los trata con un mimo exquisito. En cambio, si los manifestantes, con todas las autorizaciones y perejiles habidos y por haber, son de esos que salen a la calle a reclamar sus derechos o que los criminales de guante blanco que están saqueando el país vayan a la trena y devuelvan lo robado o que se anteponga el derecho a la vivienda a los intereses bastardos de las mafias financieras, etc., entonces, si son de esos, si somos de esos… pues leña al mono, que es de goma, sin importar un ápice que las reivindicaciones, amén de ser de justicia, sean expresadas de manera absolutamente pacífica. Ah, bendita Transición; nunca un periodo histórico fue tan útil para, bajo la apariencia de una estrecha pátina de renovación y democracia, mantener en el poder a los de siempre: los criminales, los golpistas, la cloacal, inmisericorde y codiciosa a rabiar cleptocracia.
El hombre es un lobo para el hombre
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