Encriptar la poesía.
Que nadie nunca sepa
ni yo mismo
lo quise o no quise
no decir o decir,
que sean impenetrables las palabras
como un sobrado muro de titanio
o siglos de silencio,
que digan los prudentes
“no es más que un desquiciado ¡un loco! un loco
que se sueña poeta
y no domina el léxico
y aún menos la gramática y los sueños”.
Encriptar la poesía,
encriptarla y cantar
el nombre que no digo
y tanto desconozco
como un loco o un muerto
más allá del olvido.
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