La más peligrosa anomalía que existe, haya podido o pueda existir jamás en la naturaleza, es la alimaña pescadora. Este parásito, un ácaro descomunal, tiene su nicho ecológico principalmente en la podredumbre que se va acumulando en moquetas y cojines de poltronas de despachos y salas de reunión de las instituciones públicas. No obstante, algunos ejemplares son capaces de adaptarse muy rápidamente a otros tipos de recintos, como las nauseabundas sedes centrales de grandes instituciones financieras o compañías transnacionales. La alimaña pescadora lanza su repugnante lengua a modo de anzuelo y, cuando pica su presa, al tiempo que la va empobreciendo y succionándole la esperanza, hala de ella sin dar tregua. Sólo cuando existe riesgo de que la presa pueda escapar por un exceso de tensión de la lengua, la alimaña pescadora afloja un poco, da un respiro a sus víctimas. Pero en cuanto aquellas se confían de nuevo, vuelve a halar con renovados bríos y no para hasta consumirlas por completo. Descendiente directa de las sirenas que trataron de engatusar a Ulises, la alimaña pescadora no tiene la facultad de entonar bellos cánticos como sus míticos ancestros, pero sí la de repetir hasta la saciedad discursos falaces y vacíos con los que atrae igualmente a los incautos de los que se alimenta. Si se topa usted con alguna, tapone de inmediato sus oídos con lo que tenga más a mano, átese con fuerza a cualquier cosa que pueda hacer las veces de mástil, y espere a que, si acompaña la suerte, pase a tiempo la tormenta. Si lo supera, es probable que haya conseguido adquirir cierto grado de inmunidad frente a la alimaña; dedique el resto de su vida a tratar de erradicarlas.
Relato esclarecedor que sirve tanto para Grecia como para Villamanrique de la Condesa
ResponderEliminar