Los
carnavales, y en particular los de Cádiz, como expresión del sentir
popular, puede que hace ya mucho vengan siendo las fiestas más
hipócritas del mundo. Mucho despotricar sobre el escenario del Falla
contra aquellos que llevan media vida jodiendo al pueblo, para luego, a
la hora de la verdad, cuando llega el momento de poder y deber
reprobarlos, no hacer otra cosa más que ratificarlos. “Teo, Teo, Teo,
hasta el nombre lo tiene feo”. Ya lo cantó la Lupe: puro teatro.
El español se queja pero no siempre soluciona sino que se aferra a lo ya conocido
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