–¡QUE VIENE EL LOBO, EL LOBO, EL LOBO, EL LOBO! –gritó el zagal, descojonado de la risa.
Poco después, su cuerpo sin aliento, yacía despedazado sobre el prado.
–¡Qué desgracia tan grande, qué desgracia! –aullaban, sollozantes, los pastores.
–Bueno –dijo el pastor más viejo-, ya le dejamos claro la otra vez, cuánto nos disgustaban estas bromas.
Podrían llamarse lobos al rebaño de la ministra de los recortes salariales, el de los impuestos abusivos a los pobres y a los que manejan la prima de riesgo. Y pastores descuartizados a los parados, desahuciados, etc.
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