(Louisiana blues)
Un sapo y una mosca,
tomados de la mano –es un decir– ,
se adentran en la ciénaga
en busca del botín que, según la leyenda,
dejaron escondido Bonnie and Clyde,
tras uno de sus golpes,
en tan intransitable territorio.
El sapo hace que no prueba bocado
ya ni se sabe cuánto
y la mosca lo mira con recelo
y un tanto acojonada,
pero le puede la avaricia
y permanece al lado del bufónido,
el cual, por otra parte,
valora la magnífica labor
de reconocimiento aéreo
desempeñada por la mosca.
Así que el sapo, en todo momento, se comporta
como un perfecto caballero,
hasta que en una de sus zambullidas
cree haber descubierto la saca con la pasta,
y, emergiendo de un salto,
ágil como una rana,
atrapa con su lengua pegajosa a la mosca,
justo en el mismo instante –también es mala suerte–
en el que se lo almuerza un aligátor.
“Bonny and Clyde,
que linda parejita.
tan joven y bonita,
pero tan malvada...”
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