No hay nada más que tú
que fuiste sólo un sueño.
Pero los sueños, ¡ay!,
—ya lo soñó y lo dijo
Calderón desde el puente
de su Nautilus— son,
como lloró Manrique,
un mar sin corazón,
y yo soy un León
de tierra despertando
sin Barca en el abismo.
Qué añejo parece el texto escrito a mano, como un incunable de la biblioteca nacional
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