lunes, 26 de mayo de 2014

Recuerdos de adolescencia (9): Santo Ángel de la Guarda (Carlos Parejo)


Pasé a estudiar fuera del barrio, a media hora en tranvía. Las hermanas del Santo Ángel acogieron las primeras letras de mis siete tías, y las diez primas seguimos su ejemplo. Era una isla de Francia en la Sevilla franquista.

La hermana portera siempre nos saludaba “Bon jour, Maimoselle”. Y la lengua de Moliere estaba omnipresente en todos los letreros. Incluso, llegué a ganar mis primeras pesetillas copiando de cien a quinientos renglones de castigo con frases francesas para las cuatro niñas pudientes de la clase. A éstas les sobraban los cuartos para estropear sus finas manos con demasiado ejercicio caligráfico.

Precisamente, ese cuarteto rico era también el más diabólico. El colegio tenía por debajo unas antiguas ruinas árabes. Un pasillo secreto y subterráneo que comunicaba con el exterior de la antigua muralla, a través de la puerta de la Carne. Y, con ayuda de unas velas, allí se fueron a explorar murciélagos y fantasmas, aprovechando el recreo en el patio. Cuando volvimos a clase faltaban las cuatro. Y la hermana portera juraba y perjuraba que no habían salido. Fue la huella caliente de la cera en el embaldosado la que dio la pista definitiva a la hermana superiora.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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