miércoles, 2 de abril de 2014

A propósito de la condena a Pablo Hasél

“Pido la paz y la palabra” –repitió hasta la saciedad Blas de Otero. La paz y la palabra, no la paz o la palabra. Porque la paz sin la palabra es como un gorrioncillo que cae del nido y queda a merced de la intemperie para terminar muriendo de hambre, frío y desamparo. Porque de su cadáver putrefacto terminan brotando las malas hierbas de la violencia. Porque en este país sobran altavoces para unos y sordinas para otros. Sobran cardenales haciendo rancios discursos políticos. Sobran políticos bajo palio. Sobra miseria y sobran miserables. Sobran declaraciones de amor interesadas e hipócritas. Sobra rabia amordazada. Sobran mamporreros con toga. Sobran inquisidores y censores sembrando vientos que degüellan la palabra. Porque de esos vientos todos terminaremos recogiendo y sufriendo las tempestades. Por todo ello pido la paz y la palabra. Y libertad para expresar el desprecio y hasta el odio que sentimos o podamos llegar a sentir por todo aquello que no consideramos justo. Pido la paz y la palabra; también para Pablo Hasél.

No hay comentarios:

Publicar un comentario