Sentada entre los restos
de inmundicia perenne
que habían depositado las olas en la
arena,
temblaba como una hoja
caduca en el otoño,
bajo la luna llena.
–Qué haces aquí; hace frío. Y qué
demonios
haces con esa lata
oxidada en la oreja –pregunté .
–Escucho la agonía
del mar –me respondió-.
La lenta y prolongada
agonía del mar.
¿Por qué hay ahora tanto temporales? Es la furia del mar, que ruge de tanta basura que le han echado
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