Llueve sobre mojado y, en la noche,
el asfalto es un río -un Nilo, un Amazonas-
que crece y se desborda sin conciencia
y empapa hasta pudrir los parcos sueños
de los desposeídos que duermen en la calle.
Desde la estancia cálida que alberga
mi indolencia culpable observo el cuadro,
digno en su horror de "El triunfo de la Muerte",
tentado de lanzarme, temerario,
a la intemperie a fin de hacer saltar
en añicos innúmeros e insomnes
los cristales y todas las alarmas.
Pero mañana es día laborable
y ya es muy tarde y debo ir a dormir
para rendir al cien por cien al alba
en la máquina hacedora de ciclones.
Ilustración: "El triunfo de la Muerte" (1562), de Pieter
Brueghel el Viejo.
Rendir al alba...quizás a Albaricoque...
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