Si pidió estar presente, fue sólo para disfrutar viendo como en los últimos instantes se meaba los pantalones.
–No quisiera que te fueses de este mundo sin admitir que la razón ha estado en todo momento de mi parte –le dijo, impaciente y cínico, en vista de que el reo, antiguo compañero de batallas, no parecía ir a perder un sólo instante su entereza.
–No eres más que un traidor miserable –le respondió, al tiempo que le escupía al rostro, alcanzándole de lleno en el ojo izquierdo.
–Puede ser. Pero siempre he sabido situarme a tiempo del lado de los vencedores –sentenció, con una amalgama pavorosa en su voz, de frustración y estúpido sarcasmo.
–No quisiera que te fueses de este mundo sin admitir que la razón ha estado en todo momento de mi parte –le dijo, impaciente y cínico, en vista de que el reo, antiguo compañero de batallas, no parecía ir a perder un sólo instante su entereza.
–No eres más que un traidor miserable –le respondió, al tiempo que le escupía al rostro, alcanzándole de lleno en el ojo izquierdo.
–Puede ser. Pero siempre he sabido situarme a tiempo del lado de los vencedores –sentenció, con una amalgama pavorosa en su voz, de frustración y estúpido sarcasmo.
Muy realista y trágico sobre nuestra condición lobuna. Prefiero el lavado en seco.
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