harto de hacer el lelo,
un buen día mandó
a hacer puñetas todas las metáforas
y, aun seguro de que a ella
le importaba un carajo,
a las claras le dijo
a su musa dilecta
cuánto la amabaodiaba
por mojigata y bella.
Tanta sinceridad
sin apenas poesía
derivó en que la cosa
se pusiese tan dura,
que la musa, iracunda,
y, sumiso, el poeta
al instante se vieron
sorprendidos echando
un pedazo de polvo
(y un par de ellos enteros).
Jaja. La musa diría: Qué tanta palabra bonita, vayamos a los “bifes”
ResponderEliminarMuy bueno.
Besos
Amabaoidiaba, tercera persona del singular del pretérito imperfecto de indicativo del vebo amaodiar. A ver, un sillón de la Academia para el poeta. Curioso que nadie hubiera enunciado el vocablo que define a un hecho existente desde siempre. Fonéticamente es además más descriptivo, más definitorio que su alternativa posible odiamar, que sonaría a inmobiliaria o a urbanización ilegal.
ResponderEliminarMuy bueno el poema contando el atajo, a ver, vamos a lo que vamos.
Agustín Casado