En un país de fábula
ha mucho hubo unos prados
de verdor sempiterno,
en los que los rebaños
pastaban libre-mente.
Pero una aciaga tarde
arribó a aquellos pagos
un pastor ataviado
con hábito de piel
de cordero y cayado,
ofreciendo a las reses
amparo ante el peligro
inminente del lobo.
Y, amén de agradecido,
obsecuente, el rebaño
se dirigió al redil,
en donde desde entonces,
ajenas a su sino,
aguardan las rumiantes
a que les llegue el turno
en el desolladero.
Pero hay ovejas descarriadas...de ellas será el único reino posible de los cielos: el de la libertad. Mal que les pese a los sepulcros blanqueados, tipo los de la foto (el símil no es mío, sino de un profeta del que la leyenda dice que los sepulcros blanqueados de su tiempo crucificaron)
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