La orquesta comenzó a tocar. Una interpretación muy libre del "Vals de las lobas".
-¡Cada oveja con su pareja! -declamó, con voz de contralto, el animador profesional que había sido contratado para el caso.
Y todos comenzaron a bailar con desenfreno. ¿Todos? No, no todos. En un rincón, despreciado, permanecía el lobo con su cartilla de baile inmaculada; a punto de saltar a saco, colérico, sobre el rebaño.
Menos mal la oveja negra.
el vals de las lobas, bonita metáfora
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