el miedo que le tiene el español
hoy día al comunismo
–quiero decir a aquellos
que todavía se dicen
marxistas-leninistas en España–
es –amén de infundido–
un temor infundado
como el que siente un niño
solo en su habitación frente a la estéril
e inocua oscuridad
–que es ausencia de luz
menos que nada
y ojalá alguna noche
solamente una noche
llegase a triunfar la antimateria
–y que nadie pretenda arrebatarme
el consuelo postrero –ese derecho–
de estar decepcionado
El comunismo dentro de poco sólo se recordará en los libros de historia, igual que a los tratantes de esclavo de los que desciende Obama
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