Ebrio por la ingestión
de vino -un Pata Negra Gran Reserva
que había sisado de la sacristía-,
se puso a criticar las crueles prácticas
que antaño perpetrara el Santo Oficio.
"Vosotros, los ateos
-le respondió, iracundo,
aquel cura con fama de perverso-,
no sabéis, de la misa, la mitad".
Y lo arrastró hasta el sótano, seguro
de que también la fe con sangre entra,
y allí le reveló el sentido práctico
del potro, el cinturón de San Erasmo
y la virgen de hierro.
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