entre etílicos vapores
declarándonos de amores,
recitando, y no a palo seco,
redondillas y sonetos,
romances de todos colores,
ditirambos, piropos, loores…
Devuelve agradecida
nuestra lengua los favores
que a lo largo de la vida
le regala a sus papilas
esa sangre sin herida,
esa herida sin guerra,
ese néctar de la tierra,
la mejor de sus bebidas,
el vino, mollate o morapio.
Bodegueros literatos,
criadores de cursilería
antes que de literatura.
Hoy cualquier vino barato
te promete en la etiqueta
arpegios de angostura,
nostalgias de ambrosía ,
efluvios de reineta,
aromas como a seta,
la alegría de la opereta,
rumores de la caleta,
bouquet a frutas del día
con notas de malvasía,
de maderas, de arropía,
y si yo fuese poeta,
aún diría que hasta de teta
de vírgenes y novicias
del jardín de las delicias.
Vaya jeta.
Porque, albricias, que es el caso
que ese poema in vitro,
la poesía toda del Parnaso
contenida así en un vaso
¡sale a dos cuarenta el litro!
El vino no es nada de eso.
El vino no es más que vino
como un beso es sólo un beso,
y es por eso todo eso y mucho más.
Además, lo demás es conocido
Como “síndrome de Faustino”.
Nuevo viejo señor,
era el mentado Faustino
un experto conocedor
¡al que no gustaba el vino!
que a fuer de querer ser fino,
de aparecer más divino,
abrazó con gran fervor
y para su malaventura
esa religión que es la cultura
del producto del racimo.
Termómetro para la temperatura,
sacacorchos de diseño
para no dañar el corcho del tapón.
(él dice en francés bouchon).
Ese empeño, esa obsesión
de saberse cualquier fecha
que haya dado buena cosecha;
¡la de horas que le echa
a su meta más soñada!:
aprenderse las añadas.
Más que nada que se sepa
que se sabe cada cepa.
Que decir uva no es nada
a menos que le añadas
de inmediato el apellido:
Merlot o Chardonnay,
Garnacha o Calvellido.
Cabernet, Monastrell,
Pinod Noir,
Albariño o Tempranillo.
Triste sino el de Faustino,
macerarse en vino fino
por verbenas y jaranas
cuando tengo la certeza
que se muere de las ganas
de pedirse una cerveza.
…Como siempre hace Teresa,
su uvita de Moscatel, su princesa,
su barrica, su parienta…
“¡¿Dónde tengo la cabeza?!”,
cayó Faustino en la cuenta
consultando el calendario.,
“¡Hoy es nuestro aniversario!.
Voy a darle una sorpresa”
Y volviose pronto al barrio.
Aunque fue dando un rodeo
por comprar un gran burdeos,
un reserva extraordinario
que está en todo su apogeo
y califica el anuario
como vino de museo.
Irrumpió en el dormitorio
con su aire más mundano
y dos copas en la mano
por mejor bordar la cata.
Vano empeño amatorio
el de nuestro Juan Tenorio,
lo que vio casi lo mata.
Resultaba bien notorio
que allí había otro ciudadano
pisándole su moscatel.
Pues la uva era su dama.
Y el lagar era su cama.
Y el ciudadano no era él,
sino un tal Néstor Eric,
cubanito de Camagüey,
instructor de aerobic,
los ojos color carey,
las espaldas como un buey,
un diamante en la nariz
y, por lo que me parece a mí,
otro donde ya sabéis.
Porque, si no lo veo no lo creo.
¡Qué jaleo, qué jadeos,
qué morreo, que meneo,
qué magreo, qué ajetreo!
Y para más recochineo,
para más sangrante el premio,
era miembro de ese gremio,
de esa sospechosa grey
que son todos los abstemios
que sólo beben Gatoreid.
Cayósele el alma al suelo,
claro que el Burdeos, no.
O quizás se le escurrió
mas cazolo raudo al vuelo.
“¡Para mí estás más que muerta!”
dijo ya desde la puerta.
Y dando media vuelta
marcháronse de duelo
el bueno de Faustino
transmutado en Vitorino
y su tesoro bordalés
que bebiose el hombre a solas
abrazando las farolas,
contando mil veces hasta diez
por no buscarse una pistola.
Ahogando estaba así la sed
cuando lee el etiquetado
que recomienda en francés
que “ce vin est très recommandé”
para acompañar al venado.
Y le dio la risa floja,
“Mira el vino, qué ocurrente.
Lo que traigo yo en la frente
y tú alivias mi congoja
de esta noche de difuntos
sin poner paños calientes,
como hacen los valientes.
¿Sabes?, tengo yo el barrunto
de que dos que ríen juntos
son amigos para siempre”
Por ahorrarles los detalles
sepan sin más precisiones
que su casa está en la calle
y que duerme entre cartones.
Que ha bajado, no sin pena,
del ribera al cariñena
con escala en Valdepeñas.
Que no baja, se despeña,
de los más grandes reservas
al que dicen “de la casa”,
el que fue siempre peleón.
Inclusive al “Don Simón”;
Transvasado a su botella, eso sí;
no se bebe de una caja,
no se besa un tetrabrik.
Que por fin le gusta el vino
y no presume de nariz.
Que le importan un comino
el coupage y los taninos.
Y que no le hace feliz
que le muestren el camino
para salir de su alcoholemia.
“Que no ,que no padre cura
se lo digo con la venia
y, perdón por la blasfemia:
no me quedan ya asaúras
y siendo el vino siempre vino,
si es bueno pa consagrar,
también la barra de un bar
puede ser un altar
pa comulgar con el vecino”
No tuvo mayor tino
ni tampoco fue más lejos
aquella asistente social;
a idénticos consejos
obtuvo respuesta igual:
“Mira, no te canses, nena;
estás en una confusión.
El vino no es mi problema.
El vino es mi solución.
Y ¿sabes lo que te digo?
Que el alcohol será un asesino,
pero el vino es un amigo”.
Empezó a ver cosas raras:
gordos elefantes rosa,
hormigas por la cara,
en Agosto a Santa Claus,
su uvita de Minnie Mouse…
todo este tipo de cosas.
Ya le dijo el doctor House
aquél del ambulatorio
“Sanatorio o tanatorio.
Te acabará matando el vino”
¡Joer con el adivino!,
que vino el vino y lo mató.
El camión que lo arrolló
y lo aplastó contra un bordillo
lucía rotulado en el capó
“Bodegas Barbadillo”.
Fue sentir la mole aquella,
y buscarse por instinto
con las manos su botella.
Y al mirárselas tan rojas,
como rojo lo es el tinto
o los caldos de Rioja,
con la vida en el alambre
musitó aquella oración
“¡Que sea sangre, Dios, que sea sangre!”
Y Baco le fue propicio
escuchando su plegaria,
que saldose el estropicio,
cosa harto extraordinaria,
sin más daños ni factura
que sus mortales fracturas.
La botella fue más dura.
O la salvó su buena estrella.
Se le oyó “la vida es bella”
y se murió muerto de risa
abrazado a su botella.
Abrazándola así a ella
se le fue yendo la vida.
Hoy le da la bienvenida
un coro de ángeles beodos
en etílico orfeón al son
de “Asturias Patria Querida”
a empinar por siempre el codo
en el eterno botellón.
Texto e ilustración: Agustín Casado
Eres más prolífico que el Fenix de los Ingenios. Laberinto de Creta es tu poesía, que nos lleva insospechadamente a cualquier circunstancia y lugar
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