Dije un día que “el peor analfabeto es el analfabeto político”. Hoy he de decir que hay algo peor: aquel que está en política sin hacer verdadera política, degradando la política: el sucedáneo de político. No escucha, no dice nada cuando habla, no participa de las necesidades y esperanzas del pueblo. No sabe u olvida de manera consciente que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones aberrantes de su falsa y espuria política. El sucedáneo de político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que si el pueblo lo odia es porque no sabe de política. Le importa un bledo que de su indolencia política nazcan la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales: eso en lo que él mismo, si es que no lo ha sido desde sus inicios, se ha terminado transformando.
(Bertold Brecht apócrifo)
El mayor sucedáneo de político es Rajoy, que dice que sus reformas no tienen ideología, pero si eficacia. Ya quisiera él que no la tuvieran.
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