Te llamo al móvil y responde un tipo
–debí guardar tu número en la agenda–
con acento asturiano que aprovecha
mi error para ofertarme amablemente
una casa rural cerca de Mieres
–“a precio de pariente, es una ganga,
mil euros la quincena”.
Declino su gentil ofrecimiento
–“la cosa esta muy mala,
¡puta crisis!”–
y, antes de despedirse,
me dice “cuídese; y ya sabe, amigo,
si cambia de opinión, dónde encontrarme.”
Debí guardar tu número en la agenda,
si acaso volveré a llamar mañana.
Llegará el día en que todos tengamos Alzheimer ante la imposibilidad de memorizar tan larguísimo números de móviles
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