(Osmosis)
A veces, en contadas
ocasiones, me enfrento
al espanto y, desnudo,
me aventuro en las calles.
Y no es, a la intemperie,
la piel ya esa barrera
inexpugnable y sólida
que me aísla del mundo
cuando me hallo al abrigo
de mis ojos cerrados.
E irrumpen en mi sangre,
en el hueso, en las vísceras,
en la grasa y el músculo,
mudándome en cloaca,
océanos fecales
de miseria, albañales
de indefensión, dolor,
injusticia, dolor,
dolor, dolor, dolor,
dolor, desesperanza
de muerto que rebusca
en la basura un resto
podrido de progreso
que llevarse a la boca.
De helada duermevela
en un lecho precario
de cartón a la puerta
de un cajero automático.
De niños ateridos
en la nieve. De ancianos
ateridos, tirados
como perros sarnosos
en la nieve. Del salto
que libera al suicida.
Y elevo la mirada
al cielo no encontrando
en él más que jaurías
de bestias carroñeras.
Y salto y salto y salto
tratando de alcanzarlas
y abatirlas y apenas
me despego del fango
donde vivo arrastrado
como un gusano. Es cuando
más yo te necesito,
cuando más te echo en falta,
cuando más te echo en falta,
cuando más
te echo en falta.
soledad y desesperanza, malas compañias
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