Se abre una nueva etapa de barbarie en el lenguaje a la vez que crecemos los expertos de la tecnología virtual. Pero no es sólo la lengua, las nuevas tecnologías aminoran nuestro heroísmo humano en el devenir de las guerras y los conflictos. Ahora, los robots inteligentes desarman bombas peligrosas y traidoras. Los aviones espías no tripulados localizan y destruyen la base del enemigo más peligroso. Y hay otras muchas guerras que parecen invisibles. Las Haciendas estatales contratan espías informáticos para investigar evasores de impuestos en paraísos fiscales. El delincuente en libertad condicional se mueve con su pulsera digital intentando que ésta se desconecte de algún modo.
Asistimos a una nueva Edad de Oro de la piratería. Éstos sólo navegan por el mar en el Cuerno de África. Son, sobre todo, contrabandistas o hackers (piratas) informáticos ajenos al Mar. Atacan y bloquean las páginas WEB de instituciones mediante redes organizadas a nivel mundial como “Anonymus”. Pero lo que domina es el contrabando mundial de la información. Los estrenos cinematográficos y musicales llegan cada día a nuestro ordenador sin que pasemos por taquilla, gracias a potentes organizaciones clandestinas, radicadas en remotos “paraísos” penales.
La comunicación íntima entre personas se está suprimiendo en múltiples tareas. Entro a comprar en una tienda y no me identifico ni por la huella dactilar ni por la firma, ni siquiera por la fotografía de mi carnet de identidad. Lo hace el número PIN de mi tarjeta, que una máquina convierte en dinero. Penetro en la cámara acorazada de un Banco y me dan acceso lectores electrónicos de mis pupilas. Me presento a una competición deportiva y los jueces indagan en mi pasaporte biológico. Voy a un museo y células fotoeléctricas vigilan que no toque o robe los cuadros. Para saber cómo murió mi tío Charlie –en las antípodas del globo terráqueo-, los médicos del hospital están investigando virtualmente su historial clínico.
Y, a la vez, estamos entrando en la era más sofisticada del espionaje, la del espionaje electrónico. Hay métodos sofisticados que nos permiten ver, oír y grabar las conversaciones en un coche en movimiento. Diferentes dispositivos que nos permiten escuchar en tiempo real las conversaciones entre teléfonos móviles, o acceder a lo que hacemos en cada momento en nuestro ordenador. Incluso, hay compañías que trabajan para empresas multinacionales investigando nuestro perfil personal en INTERNET, independientemente de nuestra visita en busca de empleo, antes de que éstas nos concedan el puesto de trabajo que tanto ansiamos.
Como ha ocurrido secularmente, los poderosos, llámese gobiernos, multinacionales o líderes financieros, siguen dominando el mundo gracias a que controlan y acceden prioritariamente a la información. Sólo que ésta se almacena y maneja ahora a través de un macro-servidor informático. Y, jubilado el mensajero manual, desde estas plataformas tecnológicas navegan increíblemente rápido por INTERNET. Ni más ni menos que a la velocidad de pulsar una tecla. Y si no me creen hay están las montañas rusas a que juegan las bolsas de valores cada semana, al hilo de tantos rumores y noticias de tan rápida difusión…
(¢) Carlos Parejo Delgado
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