Fuegos de artificio
De nuevo, un año más, por estas fechas
nos vemos obligados –el sistema–
a traer a la memoria el nacimiento
de un presunto arquitecto –un salvador–
de horizontes sin mácula,
que fracasó en su empresa.
Qué estupidez. Como si no naciesen
muriéndose y muriesen cada día
cuántos intrascendentes fracasados.
Más tarde, el cambio de año;
brindar por los ausentes. O no hacerlo
tratando de olvidar –ese imposible.
Tan sólo un día más, ni más ni menos,
para que nada cambie.
Nada que celebrar: se pasa el tiempo.
Pero estallan de júbilo los tristes
al son de un artificio pirotécnico
que, efímero, se funde al cielo huero.
Qué largas estas fiestas.
Los jóvenes, henchidos de esperanza o fieles seguidores de la alegría oficial, se emborrachan e intentan divertirse. Los maduritos se tornan melancólicos y los mayores incluso lloran
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