a Rafael R. Costa
Lo ausente engendra ausencia y, en su injuria,
el alma enajenada y sin letargo
tan sólo haya sustento en el amargo
licor de la nostalgia. Con qué furia
puede menguar su tiempo la penuria
a un alma melancólica y qué largo,
aun huero, cada instante sin embargo.
La imagen de lo ausente es luz espuria,
no más que un espejismo, eclipse, un fraude
que esconde tras su pátina fulgente
la fosca muerte en vida del doliente
que yace en desamor bajo su laude,
y engulle con caníbal necrofagia
despojos de un hechizo ya sin magia.
tan sólo haya sustento en el amargo
licor de la nostalgia. Con qué furia
puede menguar su tiempo la penuria
a un alma melancólica y qué largo,
aun huero, cada instante sin embargo.
La imagen de lo ausente es luz espuria,
no más que un espejismo, eclipse, un fraude
que esconde tras su pátina fulgente
la fosca muerte en vida del doliente
que yace en desamor bajo su laude,
y engulle con caníbal necrofagia
despojos de un hechizo ya sin magia.
Que bien dicho está que el desamor es como un hechizo ya sin magia
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