Escribo, escribo. Escribo a borbotones, como una arteria hastiada
desangrándose sobre un trémulo charco en que el reflejo del cielo es un
hostil fuego celeste. No obstante, cada verso, cada palabra gris, cada
silencio, responden a un proyecto de proyectos, conscientemente siempre
inacabados. Así me ato a la vida, me ayudo a contener la tentación de,
extático, poner punto y final a este insufrible tránsito en que el barro
del verbo se encarnó por accidente. Si un día cierro el círculo del
cántico, este himno funerario con tu nombre, será para cerrar después
los párpados (y que tenga la suerte de que, fúlgida, la muerte me
contemple con tus ojos).
Emulo de Lope de Vega, que decía a sus amigos que no podía vivir sin escribir, al menos, 20 cuartillas al día
ResponderEliminarQué maravilla! No cierres nunca ese cántico que a tantos nos hace deslizarnos por la viscosidad de los días.Besos
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