lunes, 30 de enero de 2012
Singla-dura
Un día de marzo me parieron barco
sobre la arena ajada de un desierto.
Nací ligero y limpio, sin la carga
del recuerdo y la pérdida, el rencor,
la hirsuta tentación de la renuncia.
¡Yo era un barquito de papel y sueños!;
mis velas incipientes, la esperanza
de que un levante firme me arrastrase
volando hasta las aguas de un oasis
en calma, pero vasto como océano.
Al poco fui creciendo, echando remos,
alzando hacia los cielos el velamen;
¡pero era ya muy grave para el viento!
La arena fue anegando mi sentina,
la sal sin mar metiéndose en mis sueños,
y una legión monstruosa de sirenas
atoándome en mi inercia con sus cánticos
silentes hacia el yermo del Leteo.
Yo era un barquito de papel y sueños,
que, atónito, mudó en barco fantasma,
sin nunca haber bogado en el océano.
Esta poesía es hermosísima. Amo la imagen (y el sentido) de los barquitos de papel.
ResponderEliminarA veces el destino nos pare en el lugar equivocado, lejos de los acéanos y de quienes amamos.
“Yo era un barquito de papel y sueños” (ay, qué ternura, de esos versos que a mí me gustan, y me pongo cursi)
Besos Rafa.