Atacama
Me iré como la lluvia;
igual que aquella lluvia descargando
tan vasta y pertinaz sobre Macondo,
que pareciese fuera a ser eterna:
un día saldrá el sol, inesperado,
borrando de los cielos cualquier rastro
del útero fecundo de las nubes.
Un tiempo habrá en que el agua de los ríos,
corriendo rumorosa por los valles
y dando de beber a aves y flores,
dará fe de que antaño hube existido.
Mas luego irá secándose y dejando
al fondo de los cauces sólo charcos
menguantes carcomidos por el légamo;
y al cabo ni una gota diminuta
de efímero rocío, por testigo,
ahogándose entre arenas en el centro
silente y calcinado del desierto.
Tristemente hermoso o hermosamente triste, melancolía destilada de la arena seca de los desiertos metafóricos de la vida.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Uno de un millón de poetas pasa a los libros de textos, Uno de cada mil amantes soñados queda en nuestro recuerdo. Por eso somos lluvia fecunda en el instante creativo, que se recuerda cuando aun es charco y se olvida cuando pasa a ser desierto. Muy bello el poem.
ResponderEliminarUno de un millón de poetas pasa a los libros de textos, Uno de cada mil amantes soñados queda en nuestro recuerdo. Por eso somos lluvia fecunda en el instante creativo, que se recuerda cuando aun es charco y se olvida cuando pasa a ser desierto. Muy bello el poem.
ResponderEliminarMe dan ganas de plagiarlo y decir que es mío..jiji
ResponderEliminarAy, si cuando yo lo digo! Eres sublime...